jueves, 15 de octubre de 2020

Carta de amor à l' français

 "You take me in your arms

And suddenly there's sunlight all around me

Everything bright and warm

And shining like it never did before

And for a moment I forget

Just how dark and cold it gets..."


All I ever know, del musical Hadestown


Todo mundo (literal) ha hablado ya de lo malo que nos ha traído este año: pandemia como nunca habíamos visto, pérdidas de empleo, desplomes de economías (¡y lo que falta!), quebrantos del razonamiento humano y, posiblemente, lo peor de todo: el saber de manera empírica que como seres humanos somos mucho más vulnerables de lo que creíamos. 

Pocos han hablado de las cosas positivas de este 2020. Obvio no puedo hablar por los demás, pero este año me trajo una duda razonable notoria en mi vida, un par de lecciones aprendidas de lo que realmente soy capaz de hacer y una reactivación interesante a nivel muy personal, tan sólo por mencionar las más importantes. 

También particularmente estoy disfrutando muchísimo poder ponerme al corriente con el séptimo arte, y si bien no todas las experiencias en este rubro han sido positivas, la mayoría han sido cumplidoras y agradables.

Una de ellas, la más satisfactoria cinematográficamente hablando sin lugar a dudas, fue la conexión que hice con una película en particular y que tenía muchos años que no lograba a tal nivel: Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu, 2019) de la realizadora francesa Céline Sciamma.

La historia va de lo siguiente: a finales del siglo XVIII una joven pintora llamada Marianne (interpretada por la muy bella Noémie Merlant) es contratada por una mujer para hacer un retrato de su hija con el propósito de enviárselo a su futuro esposo, un hombre de la realeza local en Milán, y del cual depende su matrimonio.

Las cosas no serán tan sencillas, ya que Héloïse (la mujer que debe ser retratada, interpretada por la aún más bella Adèle Haenel) no sólo no quiere casarse con el milanés, sino que tampoco quiere ser pintada por la mujer, por lo cual ésta finge ser su dama de compañía algunos días para poder conocerla y explorar sus rasgos más a fondo.

Obviamente, esto terminará en una relación muy profunda que rebasa los límites de la amistad y se convierte en una épica y maravillosa historia de amor.

Sí, ya sé que están pensando obviamente a qué se debe mi tan profunda conexión... pero nada está más alejado de la realidad que eso, amigos. El cine de temática LGBT, en muy pocos casos, es de mi agrado, ya que siempre lo he considerado no sólo vulgar, sino completamente plano, limitado a temas muy primarios e, incluso, carente de sentido.

¿Qué es lo que hace de Retrato de una mujer en llamas una maravillosa película? Sin lugar a dudas, la complejidad no sólo de sus personajes, sino de sus historias y subtextos. ¿Se están preguntando por qué en esta ocasión abrí este post con una canción de Hadestown? Porque su principal subtexto tiene que ver, precisamente, con el mito de Orfeo y Eurídice, del que ellas toman primero tácitamente y después de manera literal los papeles de estos amantes para describirse tanto a sí mismas como a su relación, en la cual el amor profundo y la dolorosa aceptación del final que saben que inevitablemente llegará son sólo algunas de las muchas similitudes con la historia griega.

¿Es feminista? Sí, y a madres. En esta película, las mujeres no pueden ser consideradas objetos pasivos, ya sea desde el punto de vista interno o externo. Interno porque hay un solo personaje interpretado por un hombre, y el cual ni siquiera es trascendental; es decir, la carga tanto de la trama principal como las ramificaciones cae en el sexo femenino, del cual no puede separarse en un sólo instante. En cuanto a lo externo, los más clavados que revisen la ficha de producción de esta cinta se darán cuenta que prácticamente es un largometraje manufacturado por mujeres.

Ahora, ¿en qué punto conecto con ella? En la maravillosa realización de Céline Sciamma a nivel dirección y texto, así como en su profundidad. La película está tan perfectamente bien ensamblada y maravillosamente bien hecha que, a la fecha, no le he encontrado ningún pero, ¡es un poema en toda la extensión de la palabra!

Así es... Retrato de una mujer en llamas es un poema visual. Un poema que, para mi gusto, sólo puedes crear con una idea en mente: la mujer que amas. Y precisamente con esa imagen, Sciamma escribió el papel de Hèloïse pensando en el gran amor que siente en la vida real (correspondido o no, ahí sí quién sabe) por Adèle Haenel, y quien es alrededor de quien gira la obra de arte que se produce tanto dentro como fuera de la pantalla.

Con tanta corrección política que existe en la actualidad no sé si sea adecuado o no mencionar la palabra MUSA. Personalmente yo no lo veo como algo malo, pero hay quien dice que este anticuado concepto solamente cosifica a las mujeres como algo incapaz de crear algo por sí mismas. Y aquí me pregunto, ¿si esta "musa", bella o no, fuera capaz de crear su propia obra de arte encontrando inspiración en los ojos de quien la mira? En este caso, Haenel no sólo es una mujer hermosa, sino que es una gran actriz quien no necesariamente dependería de una buena directora, ¿pero qué pasaría si, además de estos grandes dotes que menciono, encontrara inspiración recíproca en la persona detrás de la cámara? La moneda siempre tiene 2 caras, ustedes deciden si les convence mi argumento...

En fin, una buena película siempre se agradece... ¡pero una obra de arte está destinada a subir al cielo! Y ustedes, mis queridas señoras Merlant, Haenel y Sciamma, SE HAN GANADO EL PARAÍSO.